Cada vez que nos embarcamos en una nueva “aventura”,
miles de pensamientos invaden nuestra cabeza, algunos, quizás, repetitivos, (algo que la psicología define
como “pensamientos intrusivos”), pensamientos
locos, poco racionales, extremadamente soñadores y que a ratos parecen tener
vida propia, entre tantas otras cosas.
Por más que tratemos de controlar ese bombardeo
de información, agotando todos los recursos, termina por parecer una tarea
extenuante y es como que lograra comernos lo poco que nos queda de energía,
anulando nuestra capacidad de razonar.
En esta vorágine envolvente de emociones y
sensaciones, que son consecuencia de esa “nueva aventura”, se despiertan muchas
cosas, algunas tan añejas que olvidamos que fue lo que las generó en su primera
instancia, y otras tan desconocidas que no sabemos como reaccionar frente a
ellas.
Independiente de cual sea la instancia, o en qué
momento decidimos dejar que lo nuevo nos envuelva, existe un factor común:
“Las Expectativas”.
¿Qué quiere decir eso?
Simple, todo aquello que esperamos de esa
aventura, todo lo que se asocia a ella, como consecuencia, como efecto colateral,
como “daños a terceros”, etc.-
¿Cómo lidiar con las expectativas?
Partamos por entender que nos guste o no,
siempre habrán expectativas asociadas, del momento que “iniciamos un nuevo
recorrido”, todo lo que vayamos viviendo será, o del todo nuevo, o tendrá al
menos una cosa que haga una diferencia con la experiencia previa.
Ejemplifiquemos de la siguiente manera:
Te levantas, te vas al trabajo, sigues la ruta
habitual, sabes cuanto te demoras, donde te atrasarás, etc.
Si bien el recorrido que haces es el mismo, lo
que puede llegar a variar, pueden ser miles o una sola cosa. Lo normal es
esperar un viaje tranquilo al trabajo, pero… ¿Qué pasa si en el camino
atropellas a alguien? ¿Tu recorrido fue igual? ¿El resto del día será igual?
Las expectativas eran otras, “llegar bien,
porque es un trayecto que realizas a diario y lo conoces al revés y al derecho”.
Pero tus expectativas cambiaron drásticamente.
¿Qué podemos hacer con las expectativas?
Las expectativas son eso, algo que estamos
esperando, algo que no tenemos certeza de que realmente será así.
Si no le restamos importancia a “todo lo que
esperamos”, no podremos lidiar, ni tampoco disfrutar de lo que ya estamos
viviendo. ¿Cómo obtendremos la lección que corresponde si omitimos lo principal
y nos enfocamos en algo intangible? La verdad es que por algo propio de nuestra
cultura, estamos acostumbrados a esperar, estamos acostumbrados a recibir cosas
de vuelta.
¿Entonces…?
Entonces nada.
Las expectativas siempre estarán ahí mismo,
esperando por que tu mismo les des vida para que luego ellas se disparen y
tomen control de tus actos y de tus reacciones. Dándole rienda suelta a tus
miedos, limitantes e impulsos inhibidores.
Una buena forma de lidiar con ellas, es “tener
expectativas”, pero inclinadas levemente a una visión un poco mas pesimista, y
de paso realistas ¡pero hey! Sin
confundir los términos, “expectativas” no es lo mismo que “ilusiones”, yo puedo
“ilusionarme” con una palabra y crear justamente eso, “una ilusión”, pero si yo
creo “un universo paralelo en base a expectativas”, la decepción se hará cada
vez mas visible, es sumamente difícil que tu entorno, que “x persona”, que el
mundo en sí, sea capaz de llenar tus expectativas. Sin embargo, las ilusiones
pueden ser compartidas.
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