"La importancia del respeto como concepto debe
nacer y aplicarse primero en uno mismo."
Las “máximas de vida” hablan de respeto, de
tolerancia, de compasión y de empatía, pero normalmente se aplican hacia
terceros. El común de las personas omiten el respetarse a si mismos, algo que
debe ser tan cotidiano y tan “normal” como las labores propias que hacemos al
levantarnos.
Cada relación que establecemos, por supuesto
que dependiendo del tiempo de su existencia, implica ciertos códigos, ciertas
reglas y parámetros. Donde la confianza avanza a pasos agigantados pero siempre
conservando el respeto, algo que cuando deja de existir, la relación se inclina
para una de las partes, y en base a esos mismos patrones de comportamiento, es
el como medimos lo que entregamos y lo que recibimos, lo que guardamos y lo que
decimos y también esos “secretos que llevaremos a una próxima vida”.
Como en todas las cosas, siempre existirá un límite
que no se debe romper, una barrera que no se debe cruzar y un espacio que no se
debe invadir y entre todas esas cosas que “no debemos hacer”, existe una que “sí
debemos hacer” y es “Aprender a decir que no”.
A veces:
Hacemos cosas aunque no queramos.
Escuchamos aunque no nos interese.
Decimos que si, cuando lo que pensamos es “NO”.
Aguantamos por temor a ofender o herir si
decimos que no.
Agachamos la cabeza solo por no llevar la
contra.
Pero…
¿Dónde queda lo que realmente quieres tú?
¿Dónde queda lo que realmente te interesa a ti?
¿Por qué tener que decir que sí a todo?
A veces es bueno decir que NO, negarnos a hacer
cosas con las que no nos sintamos conformes o del todo cómodos.
No todo tiene que ser siempre si.
No todo tiene
que ser siempre como “alguien más lo espera”.
Decir “No” también ese necesario, no daña ni
hace mal, por el contrario, decir siempre que si, ser siempre condescendiente
termina por dañarte a ti mismo, por anularte y por quitarte importancia, siendo
que tu opinión, tus intereses, tienen la misma validez que la de un tercero.
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