Regla
número 1:
Priorízate.
En estos
tiempos que vivimos, todo tiene un valor adulterado, sin parámetros ni limites
conocidos.
En esa
búsqueda constante de aceptación, de reconocimiento y de entendimiento, se nos
olvida lo más simple, lo más esencial, lo más básico, que no es otra cosa que
darle valor a lo que siempre debió ser…
“A nosotros mismos”.
Nada, ajeno a nuestro núcleo directo (Familia), merece un lugar equivalente o
superior a nuestra posición.
¿Por qué
entonces, debes aguantar que otros se sientan con la autoridad moral de pasar
por sobre ti mismo?
Basta de
eso, nadie es mas que tu, y esto no se trata de algo monetario, profesional ni
de “jerarquía social”.
Regla
número 2:
Valora y
reconoce a tu núcleo.
En la vida,
esa misma a la que NO decidimos venir, se nos entregan pocas cosas seguras,
tangibles y permanentes.
Familia
(raíz) y la muerte. El resto, son cosas que van adquiriendo importancia con el
tiempo, que se “agregan” a tu vida, muchas de ellas pasajeras y otras pasan a
ser parte importante de la misma.
Es
importante entonces, tener claridad de que es lo que se debe valorar, tener
siempre presente y que es lo que merece el mismo respeto que tu te debes a ti
mismo.
Saber
diferenciar lo “falso” de lo “real”, es algo que se aprende con el tiempo, que
lo entrega la experiencia y que muchas veces llega junto con el despertar de tu
autoestima.
Regla
número 3:
Establece
prioridades y metas.
Todos
tenemos sueños, bueno, muchos de nosotros llegamos concebidos por uno y
materializados bajo el concepto de la matriz, eso que indico en la segunda
regla.
Somos seres
que tendemos a proyectar todo, de una u otra forma, pero proyectamos al fin y
al cabo.
Todo lo que
esperamos para nosotros mismos, nace de una idea, de un sueño, de una fantasía
y poco a poco buscamos la forma de materializar eso, de concretarlo y de
mantenerlo en el tiempo.
El
establecer “prioridades y metas”, nos sirve para ordenar nuestras ideas, para
tener un “plan de acción”. Nuevamente, referente a la segunda regla, son pocas
las cosas que se nos entregan de forma segura.
¿Por qué negarnos la posibilidad de agregar seguridad a nuestra vida?
Regla
número 4:
Aprende a
poner en la balanza las cosas.
No todo
tiene el mismo peso ni la misma importancia, ¿por qué entonces medir todo con
la misma vara?
La realidad
muchas veces es otra, “no siempre lo entregado, tiene su equivalente en lo
recibido”. Sí, existen quienes postulan que “no hay que dar esperando algo a
cambio”, pero a fin de cuentas, la decepción pesa más.
Muchas
veces entregamos y entregamos y ¿Qué pasa? No es valorado, no es recibido de
buena manera y se confunde el “uso autorizado” de nuestra buena voluntad, con
el “abuso indiscriminado” de esta última.
Regla
número 5:
Aprende a
quedarte callado.
Entiéndase
lo siguiente:
La gente
común, funcionan “de la boca para afuera”, dicen entender, dicen comprender,
dicen ponerse en tu lugar y dicen apoyar tus decisiones, entre muchas otras
cosas que dicen sin pensar.
A la gente
NO le interesa si estás bien, SÍ les interesa cuando estás mal. Ese lado
“morboso”, “cahuinero pobre y mal intencionado”, aflora cuando te preguntan
como estás y tu contestas “mal”, “bajoneado”, etc.
La gente se
alimenta de tu mal estar, se alimenta de verte mal, “te ofrecen apoyo” y al
darte vuelta, la puñalada se manifiesta.
Ciertas
cosas, es mejor no comentarlas, ciertos “problemas” es mejor intentar
solucionarlos por tus propios medios, antes de pedir ayuda.
Todos somos
dueños de un mundo paralelo único, el cual debemos preservar y solo “mostrar”
cuando sabemos que el espectador, merece tu confianza.
“Esta
regla”, es una de las más importantes, nos evita problemas, nos hace ser
precavidos y su mejor aliado es la cautela. Y como consecuencia, se produce un
efecto “decantador” que solo nos acerca a lo que realmente es prioridad y a lo
que realmente merece ser parte de nuestro núcleo directo.
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