Cuando se
nos olvida hacer “lo que nos haga feliz”, comenzamos a sumergirnos en una
rutina agotadora, donde todos pasan a ser víctimas de nuestras frustraciones y
complejos, siendo la principal víctima, uno mismo.
Debes
entender, que el día a día, se compone de varias cosas o instancias, entre esas
las obligadas, las voluntarias y las que “tenemos que hacer por y para nosotros”.
Es súper fácil
caer en la autocrítica con preguntas como “¿Por qué no hice esto antes?”, “¿En
qué pensaba que dejé pasar esa oportunidad?”.
Las
respuestas a esa pregunta, siempre será la misma: “Te dejaste consumir por la
rutina”, no fuiste capaz de entender que también necesitas tiempo de uso
exclusivo para ti y tus proyectos personales.
Ahora, está
bien, “tenemos” que sobrevivir, “tenemos” que mantenernos, “tenemos” que pagar
cuentas etc. PERO, también “tenemos” que invertir en el principal “bien raíz”
del que somos poseedores, “uno mismo” y por consecuencia, en quienes nos rodean
y conforman nuestro “círculo de confianza”.
De repente
es bueno “sacarle peso a nuestra mochila”, esa que todos llevamos desde el
momento de nuestra concepción, y la forma de liberar peso y espacio, es “cortando
esos lazos viciosos que arrastramos”.
Debes
atreverte a soñar, pero a soñar en grande.
Está bien
el ser “cauteloso”, aunque siempre debes tener en cuenta, que tanta cautela
tampoco es sana.
(Y de
extremos, ya tienes suficiente).
CONSEJO:
En el
espejo, el reflejo siempre será el mismo, pero dependiendo de tu enfoque, es el
“ángulo” que podrás apreciar.
Que no te
de miedo reconocer que también eres un ser frágil y que tampoco te de miedo
equivocarte.
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